Las construcciones antiguas son puertas que nos abren de par en par al pasado, ir por cada una de sus paredes es reconocer la grandeza de quienes las construyeron, en cada piedra, en cada uno de sus espacios se denotan las características que nos hacen sobresaltar. Adentrarse en espacios construidos hace cientos de años es como adentrarse en un lugar en donde el tiempo repentinamente se ha detenido.
Una de estas construcciones es el Palacio de Potala, Patrimonio de la Humanidad desde 1994 y situado en Lhasa (capital de la región autónoma del Tíbet en la República Popular China) una ciudad con algo más de trescientos mil habitantes. Originariamente fue ideado por Songtsan Gambo como regalo para su futura esposa, la princesa Wencheng de la dinastía Tang, en el año 641; destruido a causa de una guerra, fue reconstruido por el quinto Dalai Lama en el siglo XVII. Este levantó el Palacio Blanco (Potrang Karpo) que comenzó a ser utilizado como residencia oficial por los líderes del laísmo desde el año 1649 hasta 1959 cuando, tras los continuos problemas con China, el decimocuarto Dalai Lama se exilió a #Dharamsala, India. Gracias al decimotercer Dalai Lama llegó a tener la extensión que tiene actualmente, está construido en 13 niveles y cuenta con más de 1000 estancias. Se restauró en 1989, añadiendo elementos que hicieran más cómoda la excursión en su interior, construyendo un sistema de alcantarillado y renovando el sistema de iluminación.
Aparte del Palacio Blanco existe el Palacio Rojo (Potrang Marpo), ambos están separados por un patio central llamado Deyangshar. Este palacio está dedicado al estudio y la meditación donde hay bibliotecas y complejos de oración. Aquí descansan los restos de los Dalai Lama, en las Estupas, monumentos espirituales destinados al culto del budismo tibetano. Deberíamos añadir a estas dos construcciones el edificio amarillo, un espacio en el que se albergan las grandes banderas con símbolos sagrados que se cuelgan en la fachada meridional durante los festivales de Año Nuevo.
Estos elementos en conjunto producen emociones que son difíciles de explicar en palabras, es algo que se debe disfrutar de forma personal, es una experiencia imborrable admirar su precioso legado. Si estamos interesados en conocer Potala debemos saber que el número de visitantes está limitado a mil diarios, por eso es importante ser previsor para conseguir entradas, tampoco se permiten equipos de grabación. El palacio nos ofrece una vivencia única, es un centro en donde podremos encontrar misterios, porque como en todo viaje, siempre hay mensajes que nos están esperando.
Conocer espacios como este nos hace viajar a un mundo oculto, porque las piedras hablan en lugares así, todas están cargadas de la energía con las cuales fueron creadas. Es algo peculiar, es algo ligado a la curiosidad, al afán de hacernos de ideas que puedan trasladarnos a tiempos pasados. A veces me pregunto cómo sería un espacio así cuando se terminó de construir, su majestuosidad sería apabullante. Como viajeros que somos, debemos de tener la disposición a no cerrarnos a lo que nos propone un espacio, porque tienen vida propia, en especial aquellos con la carga cultural y espiritual como la que tiene el Palacio de Potala. Estos sitios son mágicos, producen en nuestros sentidos un impacto difícil de explicar.
A veces nos sentimos superados, un solo viaje —creo— no basta para asimilar todo lo que vemos, porque determinados lugares, en una primera visita, no sueltan todos sus misterios.
Si necesitas más información para visitar el Palacio Potala en tu viaje a Lhasa, contacta con nosotros aquí y con gusto le ayudaremos, o bien visite nuestro apartado de Viajes al Tibet.
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